domingo, 20 de mayo de 2012

Reflexiones cotidianas
La música del alma
Prócoro Hernández Oropeza
La música que fertiliza la esencia del alma es como el agua que alimenta y fortalece un bello rosal, entonces brotarán de esta alma preciosas flores que se expresarán de distintas maneras.
La música del alma es muy confidencial pues brota del mismo plano espiritual. Esa música es inspirada por el aliento de Dios o por los ritmos del universo, que es aliento de Dios y no todos pueden captarla y transmitirla. Sólo lo hacen aquellos que logran conectarse con esas sinfonías del universo o con la música de las esferas, como un Beethoven, Mozart, Chopin, entre otros. Grandes genios de la música que se ha inmortalizado precisamente porque lograron conectarse con su divinidad interna y la supieron transmitir. Aún así, en su época fueron incomprendidos o pensaban que no existían los instrumentos adecuados para transmitir lo que ellos captaban con el corazón o con su intuición.
 La música secreta del alma es la que hace vibrar nuestro corazón en sintonía con el Amor Divino. Todo lo que inspira dentro de nosotros el agradecimiento, la alegría, la compasión, la unión con los demás, el sentirnos unidos con la divinidad, cuando nos volvemos un alma, una vida con el universo, cuando no hay más intereses separatistas, egoístas, que nos mantienen en el mundo de la desarmonía.
La música del alma nos redime y nos conecta con lo divino. Es lo que viene de arriba y comienza a vibrar dentro de nosotros. Es esa música devocional, cuya inspiración, letra o mantras sagrados mantras nos llevan, nos transportan a la consciencia correcta que está en armonía con la voluntad de Dios o del universo. Nos dan aliento, nos dan fuerzas, nos permiten estar en sintonía con la voluntad del Padre/Madre, de la naturaleza, de las estrellas, de todo lo que nos rodea.
En Oriente, el sagrado ‘Om’ es el sonido creador que proviene directamente de Dios. También es el sonido de la caracola del Señor Supremo cuando da inicio a esta creación. Más allá de Om’ está la flauta de Krishna, en la que Él toca la quinta nota para despertar a las almas e invitarlas a Su gran amor trascendental. Todos los seres somos Sus hijos e hijas, y nos invita por Su grande e inmensa misericordia para ir a Vrindavan, a la tierra del amor. Es el canto de los ángeles y querubines que nos llenan de alegría, misericordia y amor.
Todos los sonidos cósmicos, todo lo que existe en este mundo, vienen del sonido original. Pero el sonido de los chismes y el de las conversaciones mundanas no nos une con la divinidad o con nuestra genética divina, Esa música del sufrimiento, la música mundana que proviene de los egos, sólo nos mantiene en la cárcel de la desarmonía y el amor. Alimentan nuestros egos y nos encadena más al sufrimiento y al dolor. Cada vez que nos entonamos con una canción, por ejemplo de Paquita la del Barrio o Vicente Fernández, nos identificamos con esa mentalidad egoísta y nos lleva a la desarmonía, al sufrimiento y al dolor. Y aunque aparentemente nos sentimos felices cuando escuchamos ese tipo de música, en realidad los que se alegran son los egos del desamor, de la ira, el orgullo, la vanidad o la lujuria. Todo ello nos aleja de nuestra divinidad, del amor y la armonía.
En el mundo de los sonidos perversos también se habla de amor, también se habla de muchas cosas que llaman la atención, pero nunca pueden satisfacer nuestra alma, porque son intentos de ser feliz sin Dios, de sustituir a Dios con algún tipo de objeto sexual donde el amor se vuelve lujuria, solamente interesado en una satisfacción material temporal. Así es mis estimados lectores, paz profunda.

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