lunes, 16 de diciembre de 2013

Los haikus y el invierno

Prócoro Hernández Oropeza Estamos en el umbral del invierno, esto se nota porque el sol, en esta parte del planeta, el pacífico, Puerto Vallarta, quema menos, la fuerza de sus rayos ha menguado y su brillantez también. Más frescas las noches, más claro el cielo y se puede apreciar su infinitud y la multitud de estrellas. Las nubes se han alejado y los cerros empiezan a cambiar de piel, los árboles de color y cientos o miles de cuervos y otras aves se dejan venir a gozar de este clima. Por la tarde noche hacen gran algarabía en su casa de árboles, tal parece que narran sus cuitas, hacen fiestas y tertulias poéticas o simplemente se sienten contentos aquí. Me encantan los haikus, esos poemas breves japoneses que describen estos fenómenos naturales, el cambio de estaciones y la vida cotidiana de la gente, pero lo hacen con sencillez, naturalidad, sutileza, austeridad y simetría. La sensación de que algo falta... Caen las hojas. Caen las hojas... Desde ahora, el agua se vuelve más sabrosa. Este haiku, del poeta Taneda Santoka, describe esta naturalidad y al mismo tiempo esa sensación de libertad. Esa libertad en la que viven los cuervos, las mariposas, las águilas, el colibrí. Si pudiéramos traducir los trinos de las aves cuando cantan, me imagino que son de alegría, de pasión, de amor, de libertad. Al escuchar sus trinos, sus himnos, ahora que no les molesta la lluvia, me imagino conversaciones como esta: Las hojas de mi vida son verdes y livianas Juegan con el viento y las faldas de la luna Cubren el suelo cuando tiene frío Se deslizan por ríos amatistas en oleadas de cantos ambarinos. Aunque este verso no es un haiku, es posible que los pájaros compongan muchos haikus, porque como afirma Vicente Haya, >>La piedra angular del haiku es el aware, una emoción profunda provocada por la percepción de la naturaleza. A menudo se trata de una emoción melancólica o también la alegría exultante, de una conmoción espiritual, que es a la vez estética y sentimental.<< … La recojo y la alzo hacia la luna. La luminosidad del agua ... Con viento de otoño recojo una piedra. Otra vez Taneda, con su haiku, nos traslada hacia ese estado de contemplación, de suspenso y de asombro. Con el viento de otoño recojo una piedra, pero qué pasa con esa piedra. Para que la recoge, cuál es su destino. Y si la lanza hacia la luna, qué tiene que ver la luminosidad. No importa, a cada uno nos otorga la libertad de escoger el sentido que queramos darle. Así las aves, lanzan sus himnos al universo y si tenemos oídos podemos traducirlos y sentirlos en diálogos como estos: Mis alas se deshacen con tu mirada. Es la tarde que parpadea. No, tus ojos desordenan mis plumas. Tal vez. ¿Puedo tomar una para escribir que te amo? Es otoño, se acerca el invierno y aquí, cada atardecer es un haiku, con un sol que se desvanece lentamente en el mar y sus rayos se esparcen, se pierden entre los cerros y en el lienzo azul. Son absorbidos por aquellos que lo disfrutan y lo admiran. Va esta columna dedicada a una gran señora, Doña Josefina Cortés de Torres quien ha levantado vuelo hacia otras dimensiones. Un pequeño homenaje a esta fina persona que, cuando Tribuna de la Bahía inició sus labores, ella creyó en él, apoyó el proyecto y llegó a publicar parte de sus memorias y sus alegrías. No hubo tiempo de una despedida, pero debe saber que siempre estará en mi jardín de los recuerdos.

jueves, 27 de junio de 2013

El miedo, a qué obedece


Prócoro Hernández Oropeza

El miedo es una de las emociones más terribles o dramáticas que acosan al hombre. Todos, sin excepción alguna hemos pasado por momentos de miedo o lo percibimos a flor de piel cada vez que nos enfrentamos a un dilema o aun problema.
 ¿Qué es el miedo? En psicología se dice que se produce la emoción de miedo cuando existe un estímulo, evento o situación que, tras la valoración realizada por el individuo, resulta significativamente relacionada con la amenaza física, psíquica o social del organismo. Sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario. Más allá de la amenaza física se encuentra también el sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que se desea: tenía miedo de que la fiesta saliera mal, tenía miedo a que le dijera la novia que no lo aceptaba.
Como observamos existen dos tipos de miedo, uno físico, amenaza real como por ejemplo toparse con un león y otro de tipo psicológico: miedo a toparse con un ladrón. En ambos, el miedo se manifiesta en el plano mental. Afirman los budistas que existen dos clase de miedos: el miedo apropiado y el miedo impropio. El miedo es apropiado cuando se fundamenta en un peligro de existencia real, respecto del cual se pueden tomar medidas para evitarlo. Como la persona que deja de comer carnes rojas porque tiene miedo de bajar sus vibraciones espirituales.
El miedo impropio es el que surge de cosas que no pueden perjudicarnos como tenerle miedo a una cucaracha; o que no podemos evitar, como tener miedo a envejecer o a morir. Esta clase de miedo nos lleva a deprimirnos y paralizarnos.
Sin duda, el miedo es parte de una programación mental, pero también forma parte de nuestros agregados psicológicos. Esto significa que el miedo, si bien tiene su origen en la parte instintiva como mecanismo de defensa, la mayoría de ellos son producto de esos yoes psicológicos de nuestra psique. Los bebés, por ejemplo, no saben lo que es el fuego y se dice que pueden colocar su mano ante una llama de fuego y no sienten dolor. Pero cuando los adultos le indican que no la coloque ahí porque se queman, entonces el cuerpo responde con dolor si la vuelve a colocar.
Así como el amor es la madre de las virtudes, el miedo es la madre de su antítesis, los egos o pecados capitales. De ahí que todo mundo estamos expuestos al miedo. Unos  con miedo a la  muerte, a la enfermedad, al fracaso, a ser rechazado socialmente, a equivocarse, al éxito, miedo de sufrir daños, a no conseguir pareja o miedo a la soledad, a perder la pareja que tenemos, a perder el trabajo, a los accidentes, a perder un ser querido, a la pobreza,  al ridículo, a miedos inexplicables.
Así que en realidad, dicen los budistas, la mayoría de los miedos tienen su raíz en una forma errónea de percibirnos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea, es decir que tienen un origen mental, por lo que si aprendemos a controlar nuestros pensamientos, podemos terminar con ellos.
En cambio el miedo apropiado es una clase de miedo que nos advierte que es peligroso hacer algo (como saltar a la calle desde un tercer piso o beber en exceso). Cuando el miedo es apropiado, sirve para tomar consciencia del peligro real y para hacer las cosas que debemos hacer para evitarlo. Por ejemplo si tenemos miedo a no poder tener un hijo, podemos trabajar nuestra mente para evitarlo.

La mayoría de los miedos son infundados, y si piensa en cuales son aquellas cosas que le infundieron miedo en los últimos meses, descubrirá que el 85% de ellas nunca sucedió. La mayoría de los miedos son producto de pensamientos negativos, de esos que provienen de nuestros agregados psicológicos, de los apegos y aversiones. El miedo solo se puede controlar atacando su raíz, y su raíz se encuentra dentro de la mente de cada uno. 

martes, 2 de abril de 2013


Reflexiones cotidianas
La canción de Dios
Prócoro Hernández Oropeza
La India es un país con mucha historia, culturas y sobre todo cuna de muchos maestros realizados. Seres que han legado un conjunto de filosofías y conocimientos y muestran el camino para regresar a Dios o a Brahman. Brahman, el absoluto, el sin forma, el indescriptible e incognoscible. Es el mismo dios del que hablan las diferentes religiones y culturas, tanto en Europa, Asia, América como África.
De esa filosofía, los hindús tienen en el Bhagavad Gita enseñanzas maravillosas para encontrar la senda divina que nos ha de llevar de retorno a casa. A ese hogar del que un día salimos a experimentar, el maya o ilusión o simplemente a ejercer el libre albedrío y a vivir experiencias múltiples.
El Bhagavad Gita o la canción de Dios, llamado el quinto veda, es la esencia del conocimiento védico. En él se narra un diálogo maravilloso entre Krishna, la personalidad de Dios y Arjuna, un guerrero y amigo de Krishna que enfrenta el dilema de pelear o no pelear, en una guerra que está enfrente, entre los Kuravas y los Pandavas. Arjuna lidera a los Pandavas, luego de que uno de los hermanos o medio hermanos celosos les arrebataron el poder por medio de trampas.
En los dos bandos se encuentran amigos, maestros y parientes de Arjuna y se cuestiona porqué debe realizarse esa batalla, inclusive deja caer el arco y abatido se niega a pelear. Claro, como en todo libro sagrado, esta batalla es una réplica de esa batalla que debemos emprender en nuestra propia alma, la lucha en contra de los agregados psicológicos o defectos que gobiernan nuestra mente, emoción y voluntad. Krishna representa al Ser, al maestro que nos guía para iniciar ese batalla, que aunque parece cruel, es necesaria. Arjuna es el perfecto discípulo y como tal recibe las enseñanzas para librar esa y más batallas.
La lucha se desarrolla en Kurushestra, nuestra propia alma es el campo de batalla. Krishna anima a Arjuna a pelear, a sabiendas que el cuerpo es mortal, no así el alma o Atman que es inmortal  El alma, le dice Krishna es innaciente, eterna, permanente y primordial. No se le mata cuando se mata el cuerpo.  Una persona que sabe que el alma es indestructible ¿cómo puede matar o hacer que alguien mate?
Así como una persona se pone ropa nueva y deshecha, así mismo el alma acepta nuevos cuerpos materiales, desechando los viejos e inservibles.
Con estas palabras, Arjuna se apresta a dar la batalla, no sin antes recibir el conocimiento supremo. Rescato entre otras, las siguientes citas, que de llevarlas a la práctica nos liberaría de muchos pesares y sufrimientos.
-“Aquel que ejecuta su deber sin apego, entregándole los resultados a su Ser, no le afecta la acción pecaminosa, tal como la hoja de loto no la toca el agua”.
-“Cuando el ser viviente encarnado controla su naturaleza y renuncia mentalmente a todas las acciones, reside feliz en la ciudad de las nueve puertas (el cuerpo material), sin trabajar ni hacer que se trabaje”.
-“Aquel que no está apegado a los frutos de su trabajo y que trabaja tal como está obligado a hacerlo, se encuentra en el orden de renuncia y es el verdadero místico, y no aquel que no enciende ningún fuego, ni ejecuta ningún deber”.
-“Jamás puede alguien convertirse en yogui, a menos que renuncie al deseo de complacer los sentidos”.

Las epidemias psíquicas Prócoro Hernández Oropeza La humanidad ha pasado por varias epidemias, hambrunas, guerras y ahora pandemias co...