Las epidemias psíquicas
La humanidad ha pasado por varias epidemias, hambrunas,
guerras y ahora pandemias como la del Covid-19. Entre las diez pandemias más
letales en la historia de la humanidad se tiene registro de las siguientes: La
Viruela, el Sarampión, la Gripe Española, la Peste Negra, el VIH, la Plaga de
Justiniano, la Tercera Pandemia, el Tifus, el Cólera, la Gripe de Hong Kong, la
más letal ha sido la Viruela que dejó unos 300 millones de muertos, el
sarampión más de 200 millones, la Gripe Española entre 50 y 100 millones y la
peste negra unos 75 millones.
La que se presenta ahora parece menos letal, pero ha
generado mucho pánico y los gobiernos han tomado restricciones muy drásticas
como la cuarentena y el cierre de fronteras. Sin embargo, la pandemia del miedo
parece ser más letal y peligrosa. Por miedo los nervios se colapsan y afectan
al sistema nervioso, eso mismo genera la disminución de defensas, lo que deja
indefenso al sistema inmunitario de las personas y se enferman más fácilmente.
Los médicos estiman que el 80 por ciento de las enfermedades son provocadas por
las emociones negativas.
El psicólogo Carl Gustav Jung sostenía, y en ello coinciden
varios sabios, que la pandemia más peligrosa son las psicológicas; ellas
generan una gran cantidad de mortandad por año. Jung dijo: “En efecto, cada vez
es más evidente que no es el hambre, no son los terremotos, no son los
microbios, no es el cáncer, sino el hombre mismo, el que es el mayor peligro
para el hombre, por la sencilla razón de que no existe una protección adecuada
contra las epidemias psíquicas, que son infinitamente más devastadoras que la
peor de las catástrofes naturales. El peligro supremo que amenaza a las
personas, así como a naciones enteras es un peligro psíquico. La razón ha
demostrado ser totalmente impotente, precisamente porque sus argumentos tienen
un efecto sólo en la mente consciente y no en el inconsciente. El mayor peligro
proviene de las masas, en el que los efectos del inconsciente se apilan
acumulativamente y la razonabilidad de la mente consciente se reprime. Toda
organización de masas es un peligro latente tanto como un montón de dinamita.
Da rienda suelta a efectos que nadie quiere y que nadie puede detener. Por
tanto, es altamente deseable que un conocimiento de psicología se extienda para
que los hombres puedan comprender el origen de los supremos peligros que les
amenazan…”
Lo que ocurre en el mundo, en todos los planos, políticos,
sociales, morales, filosóficos es una manifestación o expresión de lo que está
pasando en las profundidades del inconsciente colectivo de la humanidad. Es por
esto que Jung dijo: “Ya no podemos darnos el lujo de subestimar la importancia
del factor psíquico en los asuntos mundiales.” De ese inconsciente colectivo
alimentado por las noticias que se difunden en los diversos medios, los
agoreros del fatalismo, los gobiernos oscuros que manipulan a la humanidad
generan los siguientes temores en la gente: Miedo a enfermarse, a morir; miedo
a que los alimentos escaseen; miedo a la pérdida del empleo, a las crisis económicas
que se avecinan, a perder los bienes materiales, a no tener dinero. Todo ello
provoca pánico y estrés.
Por eso Jung estimaba que cada vez se revela más claramente
que los mayores peligros para el hombre no son las carestías, ni los
terremotos, ni los microbios, ni los carcinomas, si no el hombre mismo,
precisamente porque no existen aún defensas eficaces contra las epidemias
psíquicas y estas tienen una acción más devastadora todavía más peores que las
catástrofes naturales y las epidemias psíquicas son obviamente una patología
global y estas tienen una acción más devastadora que las propias catástrofes
naturales.
Se ha puesto a pensar que por estrés mueren miles de
personas de paros cardiacos, alcoholismo, drogas, suicidios, gripes y otros
resfriados. Las catástrofes a las que se refiere Jung son internas, pero estas
catástrofes interiores luego se filtran y se proyectan al exterior
manifestándose a través de nuestros egos como ira, orgullo, lujuria, envidia,
avaricia, gula y pereza. Esos estados egoicos afecta nuestra emoción, nuestras
acciones, la voluntad, nuestras palabras y empezamos a vivir un ambiente de
hostilidad y desconfianza.
Por eso Jung dice que las epidemias psíquicas son más
devastadoras. Nos admiramos por los terremotos, por todos aquellos fenómenos
naturales que devastan realmente, pero no podemos percibir esos procesos en
nuestro interior. El mundo de hoy pende de un delgado hilo, y ese hilo es la
psique del hombre, estima C. G. Jung.
Las epidemias psíquicas II
Hemos dicho que las epidemias más peligrosas que las
enfermedades, terremotos o huracanes son las psíquicas: celos, ira, odio,
resentimiento, tristeza, depresión, angustia, soledad, lujuria, codicia,
envidia, pereza, gula generan más muerte y sufrimiento que todas las pandemias
juntas. Sostenía el psicólogo Jung que nuestra especie se encuentra en medio de
una epidemia psíquica llamada egofrenia maligna. No reconocemos nuestra locura
colectiva, porque no sólo es tan penetrante, sino tan abrumadoramente obvia.
Todo cuanto se necesita para ver la locura de nuestra especie es abrir los ojos
y mirar lo que le estamos haciendo a los demás, al entorno del que dependemos
para nuestra supervivencia, y a nosotros mismos. ¿Qué posible mayor evidencia
de una psicosis colectiva podíamos necesitar? Nos hemos habituado a nuestra
locura colectiva, pensando en ella como “normal,” lo que es en sí mismo una
expresión de nuestra locura.
Ahora con el Covide 19 las masas hacen compras de pánico,
sobre todo de productos no indispensables para ayudarle a sanar en caso que
fuera contaminado por el virus, los gobiernos cierran las fronteras, ponen a la
gente en cuarentena y algunos gobiernos no saben cómo reaccionar. Estamos tan
absorbidos de manera inconsciente y en reaccionar a los acontecimientos en
nuestro mundo, que no nos hemos dado cuenta de los procesos psíquicos más
profundos que están dando forma a lo que estamos actuando y creando. Con
nuestro miedo, nuestras emociones y pensamientos negativos acrecentamos la
oscuridad que se cierne. Emociones y pensamientos son energía y esa la
exteriorizamos y se colectiviza. Los medios de comunicación tan variados, las
redes sociales ayudan a expandir esas energías al universo y le vamos dando
forma a un planeta, a una humanidad enferma, a una sociedad envuelta en el
miedo, el pánico.
Por eso Jung dijo: “Cuando nos fijamos en la historia
humana, sólo vemos lo que ocurre en la superficie, e incluso esto se
distorsiona en el espejo desvanecido de la tradición. Pero lo que realmente ha
estado sucediendo elude la mirada inquisitiva del historiador, porque el
verdadero acontecimiento histórico se encuentra profundamente enterrado,
experimentado por todos y observado por ninguno. Es el más privado y más
subjetivo de las experiencias psíquicas. Las guerras, dinastías, agitaciones
sociales, conquistas y religiones no son más que los síntomas superficiales de
una actitud psíquica secreta desconocida incluso para el propio individuo.” Agregaría
que las enfermedades también.
Es muy peligroso cuando millones de personas caen juntas
en su inconsciente y lo exteriorizan en masa. Jung dijo, “Las masas son siempre
caldo de cultivo de las epidemias psíquicas, los acontecimientos en Alemania
son un ejemplo clásico de esto.” La psicología de masas, que es un
fenómeno-rebaño basado en el miedo, se convierte entonces en el orden del día.
Las psicosis de masas conducen inevitablemente a un comportamiento criminal.
Cuando se habla de Alemania en la década de 1930, Jung parecía inquietantemente
profético cuando dijo que “… cayó presa de la psicología de masas, a pesar de
que de ninguna manera es el único país amenazado por este peligroso germen.”
Caer colectivamente en el miedo nos permite ser fácilmente
manipulados y controlados por los líderes quienes ellos mismos han caído presa
de la potencia de tracción de la sombra. Entonces estamos mutuamente
alimentándonos de y alimentando a la inconsciencia de los demás. Una vez que
las emociones tales como el miedo alcanzan un cierto tono, dijo Jung, “…la
posibilidad de la razón teniendo algún efecto cesa, y su lugar es tomado por
los lemas y quiméricas de deseos fantasiosos. Es decir, resulta en una especie
de posesión colectiva que se desarrolla rápidamente en una epidemia psíquica.”
El miedo es múltiple como los cabellos de la medusa, el
temor a lo desconocido, temor a fantasmas, temor a la magia negra, a
enfermarse, a morir; esto puede disparar visiones paranoicas. Cuando uno tiene
miedo, luego procesa otro miedo y este es el Miedo al Miedo. La clave es no
huir frente al miedo, que estar frente al miedo y pensar que el miedo nos va a
devorar, nos va a torturar, esto dependerá de nosotros, es una clave.
Carl Jung contaba que en una experiencia está frente a un
gran demonio, se sobrecoge, tiene miedo, aun así, tiene el valor de preguntarle
al demonio, ¿Y ahora que me vas hacer? Y el demonio le responde: eso depende de
ti. Sí depende de nosotros si nos dejamos atrapar por el miedo y caemos en sus
garras, como pretenden fuerzas oscuras ahora.
El temor nos hace ver lo inútil que es la vida, y que no
tiene sentido, y esto es peligroso, porque generamos una visión angustiante de
nuestra existencia y ahí están los yoes de ansiedad y de tristeza, de
depresión, suicidio. El miedo a enfermar, es posible que enfermemos y muramos.
Es natural, es el ciclo de la existencia de todo lo vivo, pero depende en cómo
lo afrontamos, con miedo o con alegría. La clave para trascender el miedo es No
tener miedo. Si se presenta ante nosotros ese demonio de la mente con
pensamientos negativos, de terror ante lo que ocurre ahora, es obvio que vamos
a sentir pánico por lo que sucederá mañana y solo podremos vencerlo a través de
la serenidad, si no tenemos serenidad, habremos perdido la prueba y seremos
víctimas de sus garras.
Para finalizar, Jung sentenció que es necesario reconocer
nuestra complicidad de lo que está ocurriendo: “Un hombre sabe también que lo
que está mal en el mundo está mal también en él mismo, y si sólo aprende a
lidiar con su propia sombra, habrá hecho algo real para el mundo. Habrá logrado
asumir al menos una parte infinitesimal de los gigantescos problemas no
resueltos de nuestro tiempo.”